28 septiembre, 2014

Cosas que cambian cuando tienes un bebé: EL SUEÑO

Siempre deseé ser madre, tener un hijo era algo que ansiaba con todo mi corazón, pero sinceramente, no tenía IDEA de lo que me esperaba, de los cambios que se producirían y de todo lo que iba a suceder. 


Recuerdo como si fuera ayer una frase que me dijo mi amiga, días antes del nacimiento de Vicolina: "¡Mona! ¡tu vida está a punto de cambiar!"... y yo me quedé pensando y preguntándome: "¿ah sí? ¿qué tanto cambiará, che?". Me puse un poquito nerviosa, no lo niego, pero después pensé que no debía ser para tanto, que mi bebé iba a ser un bebé bueno y que yo iba a poder seguir haciendo mi vida normalmente, un bebé bueno que iba a dormir todo el día, solo se iba a despertar para comer, que me iba a dejar dormir toda la noche, que no iba a llorar, que iba a ser solamente un saquito de amor para que yo abrace y bese (pero poquito, para no malcriarlo). 


Bueno, en realidad no pensé tanto así... simplemente lo tenía asumido tácitamente. Jamás pensé en todas las responsabilidades y exigencias que venían con el bebé... habré creído que era un juguete, un muñeco de plástico, ¡un bebote dormilón como esos que tenía para jugar a la mamá cuando era chica!

En fin, el día llegó y por fin mis preguntas encontraron sus respuestas. Una de las cosas que sufrió un profundo cambio fue el sueño en mi vida. Siempre fui una persona de buen dormir. Incluso recuerdo un cuadrito que tenía en mi habitación con el dibujo de una nena durmiendo y la frase "No es que yo duerma mucho, es que lo hago despacito". No hay frase que describa mejor mi modo de dormir. Cuando yo duermo, puede volar el techo de la casa, explotar la manzana completa, pasar un tren por el costado de mi cama y yo... ni enterada. 

Por supuesto cuando quedé embarazada me pregunté cómo iba a hacer para despertarme por la noche, SI el bebé LLEGARA A LLORAR (sí, creía que el hecho de que llore durante la noche, o de que yo tuviese que despertarme era simplemente una posibilidad eventual. Me avergüenza mi ignorancia, pero no soy buena mintiendo). Pero pensé que mi esposo, tan responsable como es, se encargaría de despertarme SI FUERA NECESARIO, porque él suele tener un sueño más liviano que el mío. 

Pero basta de relatos, aquí les cuento algunos cambios: 

1.- En el embarazo: 

Durante los primeros tres meses:

Si antes dormía como un oso en invierno, lo que hacía en el primer trimestre de embarazo no se llama dormir... simplemente me desmayaba, perdía el conocimiento, se me apagaba totalmente el televisor. Me dormía alrededor de las 10 de la noche (incluso en Cancún, en plena luna de miel), me borraba del planeta, al menos, hasta las 11 de la mañana. Me levantaba con un hambre voraz, pero bastante descompuesta por las nauseas, así que tomaba algún desayuno que mi estómago toleraba, a la hora y media almorzaba, y empezaba a bostezar otra vez... ¡hora de la siesta! Dos horas y media después me levantaba con hambre otra vez. Y durante la tarde seguro algún otro sueñito hacía. 

En el último trimestre: 

Aquí sí que sufrí una grave desnaturalización: ¡insomnio! La ansiedad por la espera de la llegada de mi bebé me estaba matando, igual que el peso y el cansancio, ¡pero no podía dormir! Lo peor era que no podía dormir, pero tampoco podía hacer demasiado. Mi cuerpo estaba triplicado en tamaño, me dolían las piernas, me cansaba por subir una escalera, no podía respirar, transpiraba como una loca... ¡uff! 

Pero cuando me acostaba con la expectativa de dormir profundamente me costaba conciliar el sueño, me distraía sintiendo sus movimientos dentro de la panza (casi siempre se movía mucho más cuando yo me acostaba), no encontraba posición, me costaba respirar, debía usar varios almohadones para dar sostén a mi cuerpo. Luego, en algún punto de la noche, me quedaba dormida, pero no pasaba demasiado hasta que me daban unas ganas terribles de hacer pis y tenía que despertarme, y esto pasaba tres o cuatro veces por noche.  

Me acuerdo que muchas personas me decían "dormí todo lo que puedas, porque cuando nazca el bebé se va a complicar"... "¡claro!" pensaba yo "cómo si fuera tan fácil". El cambio había comenzado. 

2.- Con la llegada del bebé: 

La primera noche:

Cuando nació la gordita el cambio fue rotundo e instantáneo. Ya desde la primera noche dormir fue imposible: ella lloraba (habrá extrañado el confort de la panza), debía amamantarla o darle fórmula cada dos horas y media o tres, había muchos cambios de pañal... Para la noche posterior a una cirugía en la que todo lo que una siente es dolor y cansancio e imposibilidad de moverse, fue duro. 

La primer semana: 

"¿Para qué me voy a acostar, si ya me tengo que levantar?" pensaba yo. Las noches eran más exigidas que los días. Había muchos pañales sucios, mucha teta... sobre todo porque todavía no habíamos logrado establecer la lactancia y las tomas eran muy prolongadas y con poca tiempo de distancia entre una y otra. Además ella quedaba con hambre, así que hacía apoyo con leche de fórmula, por lo tanto a la aventura nocturna le debía sumar viajes a la cocina para preparar la mamadera y, luego, para lavarla. Quizás no parezca, pero estas actividades pueden robarse gran parte del sueño durante la noche. Mi verdadero descanso comenzaba alrededor de las 7 de la mañana, cuando por fin me dormía profundamente. De la siguiente toma se encargaba el papá, que la levantaba, le preparaba una mamadera y la cuidaba hasta alrededor de las 11, que yo recién me levantaba. 

El primer mes: 

"Friends" y "Two and a half men", más alguna revista sobre maternidad, o una Cosmo, o cualquier cosa que me acompañe durante la noche. Había mucha lactancia, con tomas de aproximadamente 45 minutos cada una. Sabía que podía amamantar acostada y de costado, pero si lo hacía probablemente me iba a quedar dormida y tenía miedo de apretarla con mi cuerpo, así que cada vez que amamantaba, me sentaba en la cama y veía tele o leía, para evitar dormirme. 

Todo este tiempo dormimos con la lámpara encendida, porque pasaba tantas horas despierta que ni siquiera valía la pena apagarla. 

Hasta los tres meses: 

Logramos establecer la lactancia y desterramos la leche de fórmula, logrando la lactancia exclusiva. Se incrementó la producción de leche, y ella aprendió a succionar con fuerza, extrayendo mucha cantidad en menos tiempo, por lo que las tomas se acortaron. Las grietas en los pezones se habían cicatrizado y ya no quedaban vestigios de los dolores del amamantamiento. Aprendí a disfrutar increíblemente de la lactancia y ese momento de gran intimidad que compartíamos. La miraba y no podía creer. Guardo muchas fotos y vídeos que sacaba durante la noche, mientras ella se alimentaba, medio dormida. 

Ella se dormía tarde, alrededor de las 2 o 3 de la mañana, pero luego dormía (mos) profundamente, interrumpiendo el sueño solo con la lactancia. Generalmente era yo quien la despertaba (para lo cual programaba el celular con alarma cada tres horas). Antes de despertarla cambiaba el pañal (casi siempre era necesario cambiarlo) y luego le daba teta. 


Hasta los seis meses: 

Ella siguió durmiendo tarde, pero igual de profundo que antes. En vez de programar la alarma cada tres horas, comencé a espaciar una toma por un lapso de cinco horas, logrando ambas dormir cinco horas de corrido. Cambiaba pañal, amamantaba y dormíamos las siguientes tres horas. 

Hasta el año: 

Habiendo comenzado con la alimentación complementaria, sobre todo cuando incorporamos la cena, podía pasar más tiempo sin comer durante la noche, por lo que los períodos se alargaron a 6 o 7 horas de sueño. Además ella tenía tanta actividad durante el día (juegos, gateos, gorjeos) que se cansaba bastante y se dormía más temprano. 

Igualmente mi sueño nunca volvió a ser de corrido, mucho menos el primer año de su vida. Pensaba en la muerte súbita, en la posibilidad de que se tape la cara con una manta y no pueda respirar, en las bajadas de azúcar y otros fantasmas, y eso me hacía levantar como resorte varias veces durante toda la noche. Algunas veces aprovechaba que me había despertado y la amamantaba, otras me limitaba a controlar que esté todo bien, a taparla, a ubicarla mejor y seguía durmiendo. 

Actualmente: 

Actualmente Vicolina tiene 17 meses y prácticamente ha dejado atrás todos los desajustes del sueño. Alrededor de las 10,30 u once de la noche empieza a mostrar signos de intolerancia a todo lo que la rodea, y esa es precisamente la alarma para ir a dormir. A esa hora la llevo a su cuna, hacemos la última sesión de lactancia del día y se queda profundamente dormida. Su sueño es continuo y profundo, salvo rarísimas excepciones, hasta las 7 de la mañana, más o menos. A esa hora se pasa a nuestra cama (la cuna está pegada a la cama, sin divisiones que separen una de otra), nos abraza, nos despierta, pide teta y vuelve a dormir hasta las 9 y media, hora en la que finalmente se levanta. 

En lo que a mí respecta, sigo despertando en algún momento de la noche, sobre todo para controlar que esté bien tapada, porque tiene la costumbre de moverse demasiado en dormida y quedar destapada, pero nada más que eso. 

Dicen que una vez que somos mamás, no volvemos a dormir bien nunca más, pero después de tantas idas y vueltas, hoy siento que duermo muy bien... ¿debería sentirme culpable?

¿En que etapa del sueño estás?

2 comentarios:

  1. que lindo moni!! yo tambien vivi lo mismo que vos solo, la diferencia esta en que mi santi se duerme 10.00 o 10.30 de la noche y se levanta dos veces a tomar la teta y a dormir otra vez. muy rara vez no o hace, pero yo si me despierto a controlar todo como te pasa a vos tambien.. pero el a las 7.30 a 8 ya esta arriba y me acompaña a dejarka a su hermana a la escuela y ahi comienza su dia hasta las 14.00 que toma su siesta. un beso

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  2. A mí se me ha alterado el sueño desde que mi bichilla cumplió los 7 meses. Hasta entonces dormíamos todos la noche completa sin problemas, pero ahora tenemos que meterla en nuestra cama y darle el pecho a cada momento. ¡Lo que yo daría por una siesta o dormir una noche del tirón!

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