20 marzo, 2014

Nacer lejos de casa

A mi María Victoria le tocó nacer lejos de casa... de "mi" casa, y de la casa de su papá, pero no de "nuestra" casa.
Dos años antes de ella (y cinco meses después de comenzar nuestro noviazgo), comenzó nuestra convivencia en Córdoba. El había vivido allí durante 10 años, yo me vine para estar con él. Nuestra convivencia fue una auténtica luna de miel, seguida de un casamiento soñado y un embarazo "sin querer queriendo", que hasta el día de hoy agradecemos a Dios.
Viajamos desde "nuestra casa" en Córdoba, hasta las casas de nuestras familias todo lo que pudimos, hasta que finalmente, a los 7 meses, tuvimos que bajar un cambio o la nena asomaba en la mitad de camino entre Córdoba y Santiago.

Ahí paramos... y yo, por supuesto, lloraba mares de hormonas pensando que mi hija tan deseada, amada y esperada iba a nacer lejos de todas las personas que sus papás amábamos en este mundo. La ansiedad de los últimos meses, semanas y días se hacían presente en todo momento... de repente los dos parecíamos pocos, chicos, solos ante la inmensidad de un nacimiento, nos sobraba el espacio, el tiempo, el amor.
Pero aguantamos hasta el último día, a pesar de los pronósticos.
Y poco a poco fueron llegando todos, llenando la casa, los rincones, los silencios. Casi no faltó ninguno... porque los que no pudieron venir estuvieron presentes de alguna manera. Hasta que finalmente, con la casa y el corazón llenos, llegó nuestra hija.

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